¿Qué harían los gobiernos que me forzaron al exilio sin los más de 10 mil millones de dólares que enviamos cada año?


Pertenezco al más de dos millones de exiliados económicos que, por no ceder ante la presión de nuestra economía politiquera, al nepotismo, la corrupción ni las contratas de grado a grado nos vimos en la necesidad de “espantar la mula” hacia el extranjero.

Al igual que el más de dos millones de dominicanos forzados emigrar, me fui sin resentimiento. Por eso, cada vez que puedo, reafirmo, confirmo y reitero lo orgulloso que soy de ser dominicano. Me aseguro también de expresar lo defraudado y avergonzado que estoy de nuestros gobiernos y sus políticas económicas y sociales.

Si, soy uno de esos dos millones y pico de dominicanos que, a pesar de sentirnos asqueado por nuestros gobiernos, a pesar de saber que nos tratan como producto de exportación, cada año contribuimos con mas divisa que las zonas francas y, tomando en cuenta que en nosotros no gastan un solo centavo del presupuesto, me atrevo a decir que producimos mas divisa que el turismo.

En un instante pasamos de ser ignorados y considerado una desgracia para la economía, a ser ignorados pero indispensable para mantener la economía a flote. Sin nosotros se hunde nuestro sistema económico.

¿Qué harían los gobiernos que me forzaron al exilio sin los más de 10 mil millones de dólares que enviamos cada año?

Aunque resulte extraño, los dominicanos, cuando “cogemos un bote”, lo hacemos sólo con el cuerpo. Nuestras almas, nuestras memorias, nuestros sueños se quedan en aquellas localidades donde las necesidades se esfumaban con las brisas costeras, el canto de l@s pregoner@s o con la ternura del amanecer.

Estando fuera, soñamos con las costumbres, las tradiciones y nuestras experiencias con lo autóctono, con lo material. Es por eso que, tan pronto como nos enteramos de que uno de nosotros tiene planes de visitar la amada Quisqueya, lo primero que nos sale de la boca es hacer el siguiente encargo:

Hermano, cuando venga traime…

De la abeja un panal
Y el canto de la palmera
y de la brisa costera
Empácame un vendaval.
Tráeme agua del manantial
Y un trocito de mapuey,
una fruta del mamey
y para el café, un pilón;
Y te encargo la canción
“El Negrito del Batey”.

Una vejiga y un fuete,
Un turrón de ajonjolí,
Menta verde y pachulí,
Un yun yun o un guallao
Y aunque no esté añejao
Del Seíbo tráeme mabí.
Si esto te abre el apetito
Y siente la panza abombá
Ve donde Doña Tatá,
Pero no compre Jarabe,
Compra una torta e’ casabe
Y embárrala de Mambá.

Felipe Lora