Me acuerdo cuando mi barrio, Bella Vista, en Santiago de los Caballeros, fue sorprendido por una interminable caravana blanca en la que promovían a un tal Juan Bosch. El “Profesor”, le decían algunos.

Tenía cerca de 8 años y nunca había visto más de tres carros al mismo tiempo. Me acuerdo que todo el vecindario salió a la acera, a deleitarse con tan inesperado espectáculo. Inesperado para mí pues, a esa edad, no tenía la menor idea del significado de tal evento.

También recuerdo lo ocurrido en aquel diciembre. Contaba ya con 10 años y mi imaginación había pasado la prueba de los primeros años escolares. Me consideraba un experto en el arte de transformar escobas y balaustres en caballos y carretas en un instante. Héroe y villano, indio, vaquero y soldado eran algunos de los innumerables personajes en que, con mi imaginación, me transformaba para ocupar cualquier momento ocio.

Pero los estrepitosos bombardeos de aquel diciembre no eran imaginarios. Su realidad lo confirmaban los aviones de “guerra” que esporádicamente sobrevolaban el espacio aéreo bellavistero y el gentío que salió a las calles con la esperanza de ver lo que estaba sucediendo. Términos como constitucionalistas, hombres ranas y hasta el nombre de Tomas Fernández Domínguez, Caamaño y Montes Arache salían de los labios de algunos de los adultos mientras especulaban sobre las posibles causas de aquellas explosiones.

Con capítulos como estos se cerraban las puertas y la oportunidad de los dominicanos de volver a la constitucionalidad y, lo que pudo ser una transición ejemplar desde una dictadura a una sólida democracia, se convirtió en la transición desde una tiranía bestial a una dictadura sanguinaria impuesta por un gobierno extranjero.

Crecí en los tumultos y los horrores del balaguerato y, al igual que la mayoría de jóvenes que vivió en la época de los doce años de balaguer (con b pequeña), sentí el pánico y el escalofrío que causaba el ver acercarse un “cepillo” del SIN mientras participaba en una de las espontaneas reuniones, en una de las esquinas caliente de Bella Vista.

Convertido en un soñador llegué a la UASD. Soñaba con lo diferente que sería la educación universitaria estatal si nuestra “Primada de América” recibiera el medio millón que le correspondía por ley. Quizás nuestros laboratorios de electrónica pudieran tener algún “aparatus” moderno, alguna resistencia o algún diodo que funcionara como lo explicaban las teorías en los textos de electrónica.

Los sueños continuaron. Ahora soñaba con ver al PRD en el poder administrándoles justicias a los parásitos de balaguer. Soñaba con un gobierno que delatara, enfrentara y con el apoyo del pueblo, expulsara a los verdaderos enemigos de la república. Estos sueños se tornaron en desilusión y más tarde en tortura.

Desilusionado por los acontecimientos nacionales y partidarios, comencé a soñar de nuevo.

Soñaba con ver al PLD en el poder administrando justicia en contra de los corruptos y desfalcadores del PRD (algunos disfrazados hasta de mujer). Soñaba que se rehusaban pagar la deuda externa en la que incurrieron los pillos perredistas por considerarla ilegal. Veía, en mis sueños, como la soberanía nacional era restaurada y las condiciones de los pobres se mejoraban.



Mi sueño pronto se convirtió en desengaño y frustración al ver como los que se hacían llamar Partido de la Liberación Dominicana se convertían, rápidamente, en uno de los gobiernos más entreguista de la supuesta “Cuarta República”.

Aun continuo soñando
En unos meses el pueblo dominicano volverá a las urnas. Las mismas urnas que usaron para oficializar el abandono a la constitucionalidad y el inicio de la dictadura de balaguer. Las mismas que usaron para entregarle el poder al PRSC, al PRD y por último al PLD. ¡Las mismas que usaron para elegir a Hipólito y a Leonel!

Ya del PRSC no queda nada, y aunque el PRD y el PLD han engañado la confianza del pueblo en más de una ocasión, la lucha de mayo es entre ellos; el pueblo dominicano no tiene nada que buscar, no tiene nada que ganar en esas elecciones.

Al pueblo sólo le queda esperar por el resultado para conocer el color del látigo que usarán, en los próximos cuatro años, para continuar desgarrándole la espalda. Eso no lo evita nadie.

Mientras tanto, yo sigo soñando y lo invito a soñar.

Mis sueños me indican que debemos, desde hoy, empezar a trabajar ardua y seriamente por la FUSION de la izquierda para que, en las próximas, o próximas-próximas elecciones, pueda el voto tener cierto valor, el pueblo una nueva esperanza y el país la oportunidad de disfrutar de los beneficios de una verdadera democracia.


Solo me queda preguntar, ¿cuándo empezamos?



Felipe Lora
El Loro Dominicano
felipe@lora.org